Por Pedro José Espinal Acencio.
Perder a un ser querido es una de las experiencias más duras de la vida. El duelo es complicado y angustioso en cualquier circunstancia, pero para un inmigrante que vive lejos de su patria adquiere nuevas realidades. Debe hacer frente a la pérdida y a las barreras legales, económicas y emocionales que le impiden visitar a su familiar fallecido. ¿Qué alternativas tiene? ¿Cómo puede obtener ayuda? El objetivo de este artículo es abordar las cuestiones mencionadas y ofrecer un análisis pastoral, compasivo y empático de una realidad triste que está afectando a una importante población inmigrante.
Soy Pedro Espinal, Diacono Permanente en la Diócesis de Camden, New Jersey. Recuerdo una tarde la llegada de Don Pepe (nombre ficticio), de nacionalidad mexicana, el cual solicitó un juramento para dejar de beber. Desconocía esta práctica, pero la secretaria parroquial me explicó que, en algunas regiones de México, la gente hace este tipo de juramentos como una promesa de abstenerse de beber por un tiempo determinado.
Invité a Don Pepe a pasar a un salón pequeño. Antes de comenzar la oración me detuvo y dijo “espéreme un tantito, tengo que buscar algo en el vehículo”. Regresó con una foto de su padre y hermano, quienes habían fallecido en un accidente de tránsito. Años atrás, él les prometió dejar de beber, pero sin documentos legales, no pudo asistir al funeral ni cumplir su promesa.
Don Pepe deseaba que su papá y hermano fueran testigos de su promesa y del esfuerzo que él estaba haciendo para dejar de tomar. Yo estaba conmovido, preparé un pequeño altar con flores, una vela y un soporte para la foto. Durante la oración, Don Pepe hizo el juramento y le proporcioné un pequeño papel firmado como constancia. Al concluir, le sugerí que se despidiera de su padre y hermano, que no desaprovechará esta oportunidad de intimidad. Don Pepe me miró con cara de sorprendido y me dijo “verdad, ¿puedo hacerlo?”, le dije, “¡pues claro! Ahora es el mejor momento”.
Mirando la foto, expresó lo mucho que los extrañaba, los quería, los perdonaba y les pedía perdón. Su voz se quebró, cayó de rodillas y lloró amargamente. Un profundo silencio llenó el salón donde estábamos. Se puso de pie y me dio un abrazo fuerte, agradeciéndome por ayudarle a liberar esa carga que tenía hacía tiempo y que a partir de ese momento sentía una gran paz.
Esta historia, como muchas otras, reflejan el dolor y desesperanza que están atravesando muchas personas inmigrantes cuando fallece un ser querido y no han podido estar presentes para despedirlos. El Rev. Daniel Groody afirma en su libro A Theology of Migration: The Bodies of Refugees and the Body of Christ que la experiencia de migrar “Por un lado, habla de la dolorosa experiencia de la muerte para muchos inmigrantes que abandonan su tierra natal; por otro, reflexiona sobre la experiencia de una nueva vida al encontrar su camino en un nuevo lugar”.[1] Abandonar el país de origen podría verse como un acto de sacrificio, similar a los personajes del Antiguo Testamento, los cuales dejaron sus hogares y pertenencias para encontrar la promesa de Dios. Al mismo tiempo, trasladarse y mudarse a un nuevo lugar podría compararse a la idea de un renacimiento o resurrección, ya que brinda la oportunidad de empezar de nuevo y construir una nueva vida. En efecto, las Sagradas Escrituras (Gen 4:91-16; Mt 25: 31-46) y los principios de la Doctrina Social de la Iglesia nos recuerdan que “Somos los custodios de nuestros hermanos y hermanas dondequiera que se encuentren”.[2]
En el contexto pastoral, esta última frase nos recuerda que tenemos acoger, proteger, promover e integrar a los inmigrantes y ofrecer soluciones basadas en una ética de solidaridad donde se pueda vivir la hospitalidad, fraternidad y comunión como hermanos y hermanas en Cristo Jesús. Entre estas soluciones podemos mencionar:
- Participar en misas mensuales con la intención de orar y honrar a sus seres queridos y llevar fotos y/o cartas para mostrar nuestro afecto por aquellos quienes ya no están con nosotros.
- Involucrar a familiares y amigos para que lean alguna carta en el funeral cuando la persona no pueda estar presente por diferentes motivos.
- Buscar apoyo en grupos parroquiales con personas que han tenido la misma experiencia. El diálogo, la escucha y el compartir nos ayudan a sanar.
- Consultar a consejeros espirituales o profesionales.
- Construir un altarcito en el hogar donde se pueda colocar una foto, velas y flores a un ser querido.
La muerte de un familiar en un país extranjero es un panorama difícil y complicado que requiere todo el apoyo de los familiares, amigos y expertos en el área. Este artículo me ha ayudado a entender mejor los desafíos y dificultades que enfrentan los inmigrantes que viven lejos de su patria cuando pierden a un ser querido. Como dicen los obispos católicos de México y Estados Unidos en su carta pastoral Ya No Somos Extranjeros “los líderes de la Iglesia a todos los niveles están llamados a comunicar esta enseñanza, así como a proporcionar instrucción”.[3] En efecto, es sumamente importante que los líderes parroquiales y comunitarios cumplan el papel crucial de compartir y difundir esta enseñanza entre los miembros de la comunidad y en la aplicación práctica de estas ideas y sugerencias.
Dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.” Le dice Jesús… “Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11:21-26).
Biografía:
Pedro José Espinal Acencio es diacono permanente en la Diócesis de Camden, Nueva Jersey. Pedro esta cursando su segundo año de la Maestría Bilingüe de Estudios Pastorales en el Instituto de Estudios Pastorales de la Universidad de Loyola Chicago.
[1] Groody. (2022). A theology of migration: the bodies of refugees and the body of Christ. The Life-Death-Birth Process of Migration. P.5.
[2] La Enseñanza Social Católica. Departamento de Justicia, Paz y Desarrollo Humano, Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB). 2003.
[3] Strangers No Longer: Together on the Journey of Hope. Chapter III Pastoral Challenges and Responses. A Pastoral Letter Concerning Migration from the Catholic Bishops of Mexico and the United States. USCCB, January 22, 2003.