“El Espíritu Santo, compañero inseparable de Jesús”, enseña san Basilio.
El siguiente paso de nuestro itinerario nos lleva a Nazaret, para asistir al evento inaugural del ministerio de Jesús. Protagonista de este acontecimiento es el Espíritu Santo
El Espíritu conduce a Jesús en la misión y en ella juega un papel determinante.
Una misión en la que se deja apreciar el intenso dinamismo de un Jesús itinerante, imparable e incansable, que le da la vuelta al país entero.
Dice el narrador que Jesús está “lleno del poder del Espíritu Santo”. Y esto lo va a repetir en 4,18-19 y en 5,17 (“Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar”).
Lo van a retomar las predicaciones en el libro de los Hechos, donde se resume el ministerio de Jesús en una sola frase: “a Jesús Nazareno, hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y señales, que Dios realizó entre vosotros por medio de él, como bien sabéis” (2, 22)
De nuevo Pedro lo volverá a enfatizar en su predicación en Cesarea del Mar: “AJesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu Santo y poder, y cómo pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (10, 38).
Esta caracterización de Jesús es determinante. Es una manera de decir que hace presente el poder de Dios, que actúa en sintonía con su querer, que busca sus objetivos, que todo lo hace en función de él y que obra movido por su poder.
Pues bien, este retrato de Jesús en el comienzo de su vida pública pone de relieve, como una clave de lectura del evangelio entero, que todo el ministerio de Jesús se debe al impulso del Espíritu Santo.
En este estudio bíblico, una vez más dejemos hablar a los textos mismos. Degustémoslos.