Entre las audiencias del Santo Padre de esta mañana destaca el encuentro que ha tenido con las Clarisas de la aldea italiana llamada Paganica, situada en la ciudad L’Aquila, donde hace 12 años tuvo lugar un devastador terremoto que destruyó por completo su monasterio y en el que la abadesa Madre Gemma Antonucci murió bajo los escombros y otras hermanas resultaron heridas. Recordando este trágico episodio, el Papa Francisco ha asegurado ante las hermanas que “Dios las sacó fortalecidas de esa tragedia y, como el grano de trigo que debe morir para dar fruto, así fue también para vuestra comunidad monástica”. De hecho – las ha dicho que, aunque por un lado “han experimentado un gran dolor”, por otro “han experimentado el cuidado amoroso del Padre celestial y la solidaridad de tantas personas”.
Ante la tragedia, empezar desde Dios
“En esa noche perdisteis todo, excepto a Dios y la fraternidad” expresa el Papa, explicando que, a partir de estos dos puntos firmes, se pusieron de nuevo en marcha con valentía: “Al principio os instalasteis en una estructura temporal y, diez años después del terremoto, volviste al monasterio, reconstruido y restaurado. Ahora su comunidad florece, formada por doce monjas, todas jóvenes. Este es el mensaje que habéis dado al pueblo: ante la tragedia hay que volver a empezar desde Dios y desde la solidaridad fraterna. Muchas gracias por esto”.
El Papa también las anima a que no se cansen de ser “una presencia orante y consoladora para apoyar a la población, muy probada por la terrible experiencia y todavía necesitada de consuelo y ánimo” y las pide que el ejemplo de la Beata Antonia “las ayude a ser siempre mujeres pobres y alegres por amor a Cristo pobre”.
Las clarisas regalan al Papa un cirio pascual
Por ultimo, Francisco las agradece la visita, el apoyo que le dan en la oración, y en particular el regalo del cirio pascual para la capilla de la Casa Santa Marta, que ellas mismas han decorado. “A través de este símbolo de Cristo, la luz del mundo, estáis espiritualmente presente en las celebraciones que se realizan en esa capilla” ha concluido el Papa.
Queridas hermanas:
Me complace daros la bienvenida y saludo de todo corazón a todas y a cada una de vosotras Os agradezco el apoyo que me dais con vuestras oraciones, y en particular el regalo del cirio pascual que habéis decorado para la capilla de la Casa Santa Marta. A través de este símbolo de Cristo, luz del mundo, estáis presentes espiritualmente en las celebraciones que se realizan en esa capilla.
Vuestra comunidad de Paganica, una localidad de L’Aquila, vivió la tragedia del terremoto de 2009, durante la cual vuestro monasterio quedó destruido, la abadesa Madre Gemma Antonucci murió bajo los escombros y otras hermanas resultaron heridas. Sin embargo, Dios os hizo salir fortalecidas de ese drama y, como el grano de trigo que debe morir para dar fruto, así fue también para vuestra comunidad monástica. Habéis experimentado un gran dolor, pero también el cuidado amoroso del Padre celestial y la solidaridad de tantas personas.
Aquella noche lo perdisteis todo, menos a Dios y la fraternidad. A partir de estos dos puntos firmes volvisteis a empezar con valentía. Al principio os instalasteis en una estructura provisional y, diez años después del terremoto, regresasteis al monasterio, reconstruido y restaurado. Ahora vuestra comunidad es floreciente, formada por doce monjas, todas jóvenes. Este es el mensaje que habéis dado a la gente: frente a la tragedia es necesario volver a empezar desde Dios y desde la solidaridad fraterna. Muchas gracias por esto.
Queridas hermanas, no os canséis de ser una presencia orante y consoladora para apoyar a la población, muy probada por la terrible experiencia y todavía necesitada de consuelo y ánimo. Que el ejemplo de la beata Antonia os ayude a ser siempre mujeres pobres y alegres por amor a Cristo pobre. Fieles al carisma recibido de santa Clara y san Francisco, responded con generosidad al deseo que Dios ha puesto en vuestros corazones, viviendo vuestra vida de mujeres consagradas en total adhesión al Evangelio.
Os doy las gracias por esta visita. Invoco sobre vuestro camino la luz y la fuerza del Espíritu Santo y os acompaño con la bendición apostólica que os imparto de corazón. Y, por favor, seguid rezando por mí y por toda la Iglesia. Gracias.