Un buen domingo para todos.
En el evangelio de la semana pasada escuchamos el anuncio con el que Jesús comenzó su vida pública. Dijo: “El reino de Dios está aquí, conviértanse y crean en el evangelio”. Quiere decir que el viejo mundo, el de la injusticia, de la violencia y de los abusos había llegado a su fin y el nuevo mundo había comenzado. Y dos pares de hermanos que eran compañeros de pesca en el lago de Galilea, los cuatro provenientes de la ciudad de Betsaida, que está en el extremo norte del lago, estos cuatro le dieron su adhesión creyeron en él y dejaron la barca, la red y el padre y lo siguieron. La idea del reino de Dios que tenían en mente estaba lejos de ser clara, sin embargo, le dieron su adhesión y lo siguieron.
A los que se habían fiado de él, Jesús les confió la tarea de ser pescadores de hombres, sacarlos del viejo mundo y llevarlos al reino de Dios. Hoy estos cuatro, junto con Jesús, pasan el primer día juntos.
Escuchemos donde comienza este día y que pasa:
“En aquel tiempo, llegaron a Cafarnaún y el sábado siguiente entró en la sinagoga a enseñar. La gente se asombraba de su enseñanza porque les enseñaba con autoridad, no como los letrados”.
Al comenzar el sábado el pequeño grupo de Jesús y los primeros cuatro discípulos comenzaron a moverse. ¿Hacia dónde van? Ellos iban a llevar a cabo su misión que es ser pescadores de hombres, sacarlos del viejo mundo y llevarlos al nuevo mundo en el reino de Dios; y esperábamos que comenzaran a echar sus redes donde los hombres están sumergidos en las aguas del mal hasta el cuello, donde están los publicanos y los pecadores, las mujeres de vida dudosa, los corruptos, los que recurren a la violencia, los que usan armas.
fEstas son las personas que deben ser pescadas en primer lugar. En vez, van a echar las redes en el lugar sagrado en la sinagoga, donde rezan, donde escuchan la palabra de Dios, el lugar frecuentado por la gente buena, de los creyentes. ¿Cómo se entiende que vayan a pescar primero de todo allí, en la sinagoga? Porque la primera liberación que Jesús quiere obtener es la de sacar a las personas de una institución religiosa que inculca una relación equivocada con Dios.
En la catequesis que los rabinos daban en la sinagoga, Dios era representado como el legislador, el que dio los mandamientos buenos y hermosos, luego vigila y premia a los que los observan y castiga severamente a los que los transgreden, tal vez enviando calamidades, enfermedades, pestilencias. Jesús quiere liberar a la gente de esta catequesis; hasta que no te dejes sacar esta imagen de Dios, no es posible involucrarte en la novedad del reino de Dios. Esta es la razón por la que Jesús comienza en la sinagoga, desde el lugar sagrado.
Efectivamente, en el evangelio según Marcos encontramos a Jesús tres veces en las sinagogas y cuando entra siempre estallan conflictos. Hoy veremos a Jesús chocar con las fuerzas del mal que deshumanizan a un hombre dentro de la sinagoga. Luego, poco tiempo después, siempre en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús curará a un hombre con una mano paralizada. Y, en la sinagoga, los fariseos reaccionarán: ‘este hombre no observa el sábado porque la tradición que enseñamos exige que no se cure a nadie el día sábado, porque lo importante es observar la orden de no trabajar en el sábado’. y Jesús quiere sacar a la gente de esta tradición religiosa que está en contradicción con la única cosa que a Dios le interesa, es el amor por la persona. La tercera vez que entra en la sinagoga será en Nazaret donde Jesús será expulsado porque sus compaisanos están atados a su creencia tradicional en la religión y no se dejan liberar.
¿Quiénes eran los que impartían esta catequesis en las sinagogas? Eran los escribas, los rabinos. Esta institución rabínica se había desarrollado en Babilonia durante el exilio cuando los sacerdotes habían perdido importancia porque ya no había un templo para ofrecer sacrificios y nacieron las sinagogas donde el pueblo exiliado se reunía para escuchar la lectura del texto sagrado; y los que leían y luego explicaban ese texto eran los escribas. Aun cuando el exilio terminó y el templo fue reconstruido, los rabinos siempre tuvieron una gran importancia porque eran el punto de referencia del pueblo; eran los que inculcaban la catequesis y su palabra era aceptada como la palabra de Dios. Y dedicaban toda su vida al estudio de la palabra de Dios, y cuando llegaban a la edad de 45 años, o sea, cuando ya eran viejos, recibían la imposición de las manos que les comunicaba el espíritu de Moisés. Aquí está la razón de su prestigio. El problema es que estos rabinos interpretaban la palabra de Dios según sus propias convicciones, sus propias ideas, y distorsionaban el significado de esta palabra. Jeremías ya lo había dicho: ‘Con sus interpretaciones, ustedes, rabinos, reducen la ley del Señor a una mentira’.
El mensaje para nosotros es muy actual. Nosotros participamos en la vida de la comunidad cristiana, escuchamos la catequesis, pero tratemos de preguntarnos, ¿no necesitamos también dejarnos sacar de ciertas convicciones religiosas, dejar que nuestra mente y nuestro corazón se limpien de cierta imagen de Dios que todavía es pagana, que no es el rostro de Dios que vemos brillar en el rostro de Jesús? Y hasta que no salgamos de esta catequesis que hemos dejado entrar dentro de nosotros, pero que no es evangélica, nunca nos dejaremos involucrar plenamente en la propuesta del nuevo mundo que Jesús hace. Cuando Jesús comienza a hablar en la sinagoga todos se asombran de su enseñanza porque enseñaba con autoridad. ¿Qué significa enseñar con autoridad? La gente sencilla y sincera inmediatamente reconocen que en un cierto mensaje la palabra de Dios está presente; la gente reconocía a los profetas que hablaban en nombre del Señor, y lo mismo ocurrió en esa sinagoga y notaron la diferencia entre la catequesis de los rabinos y la novedad de la palabra de Dios.
La palabra de Jesús es provocadora, estimulante, no deja las cosas como están. En cambio, la palabra de los rabinos dejaba todo tranquilo, no molestaba a nadie y de hecho se puede ver inmediatamente el resultado, la diferencia entre las dos catequesis. Cuando Jesús comienza a hablar en la sinagoga algo extraordinario sucede; los efectos de su palabra y su mensaje provocan prodigios.
Escucharemos en el pasaje evangélico de hoy la historia de una curación realizada por Jesús en la sinagoga y leeremos este episodio como una parábola. Jesús quiere que entendamos lo que sucede en el mundo cuando él llega, cuando llega su evangelio; siempre suceden cosas prodigiosas.
Escuchemos:
“En esa sinagoga había un hombre poseído por un espíritu inmundo, que gritó: ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: ¡el Consagrado de Dios! Jesús le increpó: ¡Calla y sal de él! El espíritu inmundo lo sacudió, dio un fuerte grito y salió de él”.
En esa sinagoga de ellos hay un hombre poseído por el espíritu impuro. Se dice ‘en esa sinagoga de ellos’ debido a que en este lugar sagrado se habían posesionado los escribas, los rabinos que, en lugar de enseñar la palabra de Dios de una manera auténtica, inculcaban tradiciones inventadas por los hombres. ¿Qué es este espíritu inmundo que posee este poseído? En tiempos de Jesús, la gente no tenía el conocimiento científico que tenemos hoy en día. Ciertas enfermedades, incluso para ellos, eran sólo enfermedades. Si alguien se caía de un árbol, se quedaba paralizado. No interpretaban que fueran espíritus malignos, demonios. Si, por el contrario, se trataba de enfermedades psíquicas o psiquiátricas, como la epilepsia, la neurosis, la esquizofrenia, deficiencias muy frecuentes a causa de la insolación, entonces decían que era un mal espíritu el que llevaba a la gente a realizar actos y acciones que no estaban en sintonía con el comportamiento de una persona sana; decían que eran estos malos espíritus. Y ¿qué hacían para curarlos? En todas las religiones, desde la antigüedad, recurrían a la práctica del exorcismo, ritos, gestos que rayaban en la magia, pronunciaban fórmulas secretas e invocaban los nombres de personajes famosos. Los exorcismos de Jesús son completamente diferentes a los del mundo y del entorno. Jesús nunca usa gestos supersticiosos o fórmulas mágicas; anuncia una palabra que cura a la gente.
Pero, ¿por qué habla Jesús también de espíritus malignos que son echados fuera? No es para decir que existen los diablos; usa el lenguaje de su pueblo, se adapta a la mentalidad corriente y se enfrenta a la enfermedad usando las categorías culturales de su tiempo; habla, como lo hacían todos, de espíritus malignos y demonios y de hecho el evangelista Lucas nos dice que cuando Jesús cura a la suegra de Pedro, amenaza la fiebre. No quiere decir que considere la fiebre como un demonio; es simplemente el lenguaje de todos lo que Jesús usa. La realidad es que la palabra de Jesús cura, humaniza a la persona. Es un espíritu impuro que posee a este hombre. Cuando se dice ‘espíritu’ se entiende una fuerza, una energía que se mueve y esta energía puede llevar a la persona hacia la vida o hacia la muerte; si lo lleva hacia la vida, si es una fuerza que le lleva a hacer hermosos gestos, humanizantes, entonces decían que era un espíritu puro, de vida, que venía de Dios. Cuando, en cambio, esta fuerza presente en la persona le hacía realizar gestos que te deshumanizaban, entonces se decía que era un espíritu de muerte, un espíritu impuro.
En la sinagoga está presente este hombre que está poseído por una fuerza de muerte. No parece que haya entrado cuando la liturgia ya había comenzado, parece que está tranquilamente dentro de la sinagoga, no molestando a nadie, allí tranquilamente; y explota cuando Jesús comienza a anunciar su palabra, comienza a enseñar. ¿Cómo es que esta persona reacciona de esta manera?
Esta apersona había escuchado siempre y solamente la catequesis de los rabinos; y la catequesis de los rabinos en la sinagoga era la que siempre había escuchado, así que se mantuvo tranquilo y no fue molestado por esta catequesis, pero cuando llega alguien que habla de Dios de una manera diferente a los rabinos, que enseña la palabra de Dios de una manera auténtica, no según la tradición, entonces el demonio dentro de él explota.
Para poder comprender, basta pensar lo que también nosotros podemos verificar hoy. El que ha interiorizado la imagen de Dios como justiciero, desde la infancia, quien siempre ha escuchado sólo esta predicación, permanece tranquilo hasta que llega alguien que habla un nuevo idioma, y entonces siente un demonio dentro de él que le hace gritar y quiere defender obstinadamente lo que siempre ha interiorizado en sus convicciones. No lo sabe, pero está poseído por un demonio que le hace proteger esta diabólica y falsa imagen de Dios. No es él el que habla, es el demonio dentro de él. O, si uno siempre ha escuchado sermones en los que la pena de muerte y la guerra estaban justificadas y entonces alguien en nombre del evangelio comienza a hablar un idioma diferente, quien siempre ha escuchado una catequesis antigua reacciona inmediatamente, reacciona para proteger la mentalidad tradicional. O, de nuevo, quien ha crecido con una imagen de una iglesia piramidal, jerárquica… durante el Concilio esta imagen piramidal fue dada vuelta. La iglesia es pueblo de Dios y dentro del pueblo de Dios, los siervos del pueblo de Dios son los que mantienen la unidad en esta comunidad.
Entonces, los que siempre habían escuchado la antigua imagen tradicional, cuando escucha la novedad un demonio dentro de él lo lleva a proteger lo que había sido la catequesis tradicional. Estemos atentos, pueden ser personas que van a la iglesia, que pertenecen a grupos devotos y luego, en cambio, pueden estar poseídos por estos demonios. Si no nos dejamos liberar de estos demonios y lo que nos libera no son gestos supersticiosos y exorcistas, es la palabra del evangelio, la palabra de Cristo, tengamos en cuenta que estos malos espíritus tienden a protegerse.
Y, de hecho, ¿qué dice este poseído? “Has venido a arruinarnos”. Y está hablando en plural porque estos demonios son numerosos, son tantas estas fuerzas demoníacas que te llevan a la no-vida, te impiden vivir una vida verdadera y plenamente humana. Tratemos de pensar en la fuerza que te lleva al libertinaje moral, a la pérdida quizás los valores más sagrados, o los impulsos al odio y la violencia; son las fuerzas de muerte, diabólicas. Pensemos en el impulso que te lleva a atar tu vida a las posesiones, al dinero, o al deseo de dominar, a pensar en disfrutar de la vida, y eso es todo.
Estos demonios son los que deciden tus elecciones, no son demonios concretos, son estas fuerzas del mal que están presentes en cada persona. Pero, más fuerte que estas fuerzas negativas es el Espíritu de Cristo.
¿Qué hace Jesús? Regaña a ese demonio, le dice, “calla, sal de él”. Jesús no actúa con creaciones o gestos mágicos, simplemente dice, “cierra la boca, sal”, y nada más. Este es un mensaje importante para nosotros para saber lidiar con estos demonios que nos llevan a la no-vida. He enumerado algunos de ellos. No hay que discutir con ellos para ver si tienen razón o no porque si nos dejamos involucrar en un diálogo con estos demonios, vencen ellos, se las arreglan para convencernos de que tenemos que dejarlos tranquilos dentro de nosotros. Jesús corta por lo sano.
Pongamos algunos ejemplos: el demonio que te sugiere lo que es bello y lo que es feo, lo que es bueno y lo que es malo, pero no de acuerdo a la palabra de Dios; es él el que te dice lo que es bello, tiene mil aliados y te dice que te adaptes también a lo que todos hacen y a lo que todos piensan, que lo que todos piensan es correcto. Si lo dejar hablar, te encanta, como la serpiente hizo en el relato del Génesis. Échalo fuera inmediatamente, hazlo callar, dile ‘esta no es casa del espíritu impuro, sino la casa del espíritu de Dios, que es la persona. Otro ejemplo, el demonio del orgullo, que te dice que tienes que mostrar que eres superior a los demás y que los demás no son nadie en comparación contigo. Tienen que inclinarse y mostrar signos de sumisión contigo porque tienes grandes habilidades y eso es correcto porque la meritocracia es lo que cuenta, por tanto, hazte valer.
Si dejas hablar a este diablo, te encantará y te convencerá de que así son las cosas, que ser hombre significa imponerse y dominar. Es satán el que habla y tú ni siquiera lo sabes. Tampoco Pedro sabía que era el diablo que hablaba dentro de él. Estaba convencido de que decía las cosas correctas, pero era la forma en que toda la gente pensaban, no la forma de pensar de Dios. Pensemos en ello para identificar en nuestra vida los momentos en que un espíritu impuro nos mueve. Identifiquemos estos múltiples espíritus impuros, espíritus de muerte. El diablo impuro del resentimiento te dice que si alguien te ha hecho un mal no debe salirse con la suya, de lo contrario no aprenderá. El diablo te dice que hasta que no lo veas sufrir como él te hizo sufrir estarás psicológicamente marcado, debes vindicarte… de lo contrario caerás en depresión. Si no lo hacer callar inmediatamente como lo hizo Jesús también te sugiere hasta el asesinato. Por supuesto que no lo matas, pero si una enfermedad se lo lleva tu serías feliz. Tú no eres el hogar para este espíritu maligno que te deshumaniza… expúlsalo; si no lo expulsas, vuelves a un comportamiento tan antiguo como el mundo animal. El diablo es muy peligroso. Sugiere ideas erróneas sobre el mundo y sobre Dios. El Dios que castiga, el Dios que se ofende, el Dios que se convierte en un juez severo y si no te disculpas, te castiga. Te agrada ese Dios porque razona como tú. Pero ten en cuenta que es el diablo quien te sugiere esta falsa imagen de Dios.
El espíritu inmundo, cuando fue amenazado por Jesús, lo desgarró y salió gritando fuertemente. La reacción de este poseído es violenta. Quiere decirnos que estos espíritus inmundos no salen pacíficamente, reaccionan porque quieren perpetuar su dominio. Jesús lo dice cuando se le acusa de estar aliado con belcebú, el príncipe de los demonios; dice que nadie puede echar a un hombre fuerte de la casa y secuestrar sus bienes si no lo ata primero, de lo contrario puede saquear la casa. Jesús dice que estos espíritus inmundos eran muy fuertes, pero ahora ha venido uno que es más fuerte que él; es Cristo con su palabra y con su Espíritu.
“Lo sacudió, dio un fuerte grito y salió de él”. Tengámoslo en cuenta: cuando uno se libera de estos espíritus impuros siente una profunda laceración en su interior porque estaba muy apegado a esta forma de vida que no era una forma de vida plenamente humana, pero se aficiona a esta condición y cuando llega la palabra de Dios, tengamos en cuenta que la laceración… abandonar ciertas tradiciones, ciertas convicciones que son incompatibles con el evangelio también puede hacernos sufrir.
Escuchemos ahora la reacción de los presentes:
“Todos se llenaron de estupor y se preguntaban: ¿Qué significa esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y le obedecen. Su fama se divulgó rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea”.
Los que en la sinagoga habían sido testigos del milagro realizado por la palabra de Jesús fueron presa de temor, no de temer el miedo ante el peligro; este es el temor bíblico que es el asombro, la maravilla, la sorpresa de haber sido testigo de un milagro realizado por una palabra cargada de un poder que no es humano, que es divina, porque sólo un poder divino es capaz de superar ciertos demonios.
El mensaje es muy relevante para nosotros, es muy importante para hoy. Nos encontramos en un mundo donde reinan los demonios que deshumanizan e incluso en la iglesia hay fuerzas demoníacas que impulsan la búsqueda de poder, posiciones de prestigio o ventaja económica. También en el mundo: nos enfrentamos a la hipocresía y a la mentira, frente a las cuales las fuerzas humanas son impotentes. O cuando observamos ciertas estructuras, ciertas instituciones que parecen diabólicas, que matan de hambre a la gente, a pueblos enteros. O de frente a ciertas culturas, a ciertas tradiciones que discriminan a la mujer, discriminan a los más débiles.
Estos demonios parecen inatacables; inexpugnables porque dirigen los medios de comunicación, tienen poder económico. Parecen invencibles. Y nosotros intentamos con todos nuestros recursos humanos superarlos. No podemos hacerlo. Necesitamos poder divino. Y este poder divino está presente en el evangelio.
La persona humana está bien hecha, cualquiera que sea la cultura a la que pertenezca, está hecha para el evangelio y cuando escucha el evangelio penetra en el corazón del hombre, de la mujer y ese hombre, esa mujer viene a decir que Jesús tiene razón porque esta es una palabra que viene de Dios y nos presenta el camino para ser verdaderas personas.